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Mostrando entradas de febrero, 2012

Nuestra mierda.

Todo lo que ocurre a nuestro alrededor tiene una razón. Nuestras decisiones, nuestros errores y aciertos están condicionados por un por qué. Pero cuando tienes la certeza de que te encuentras en el momento y en el lugar adecuado, entiendes que todo encaja. Cuando llegas a la conclusión de este hecho acabas dándote cuenta de que no perteneces a otro lugar más que al que decidiste llegar, y que ese es tu sitio. Puede que esto les pasase a dos aprendices que, llegado el momento, tuvieron la desgracia y, sin saberlo, la dicha de poner sus pies sobre una Ciudad Encantada, esa que muchos califican como el culo del mundo. Había muchos motivos y muchas dudas que las llevaron allí, pero tarde o temprano coincidieron sus pasos y decidieron caminar juntas. Podían haber sido otros amigos, otros compañeros, otra carrera, otros amores, otra residencia, otra ciudad…podían haber sido miles de opciones y miles de caminos. Pero de todos ellos, engancharse a esa ciudad fue su acierto. Y...

Martes y catorce.

Me duelen los ojos. No es que lleve demasiadas horas frente a esta adictiva pantalla, no es que el estudio haya dañado mi vista, es que no soporto la plaga de corazones que inunda escaparates, anuncios, redes sociales... Y yo me pregunto, ¿para qué? ¿para promocionar las maravillas del amor? ¿para fomentar las muestras de cariño? Eso son daños colaterales. El fin que persiguen los propagadores del virus del romanticismo es vender. Engatusar a aquellos que están enamorados o a los que creen estarlo o a los que, simplemente, ganarían un Oscar al mejor actor o actriz. No penséis que soy una de esas escépticas que son reacias a todo lo que al resto de la gente gusta, no. De hecho, os entiendo. Yo también caí en las garras de esa estúpida moda de demostrar tus sentimientos en un dichoso día. Yo también me quebré los sesos ideando el regalo más original, más insólito. Y todo para al final acabar completamente desencantada. Por eso hoy quiero rendir homenaje no a los "ositos amorosos...

En dos palabras.

En el lenguaje existen millones de palabras, cada una de ellas más extraordinaria que la anterior. Palabras de amistad, de aliento, de ruptura, de  tristeza, de lucha, de amor, de deseo, palabras de mil colores.  Podemos combinarlas a nuestro antojo, obrar maravillas o provocar el llanto más  amargo. Una palabra en el momento apropiado puede cambiar el rumbo de la historia, puede ser determinante a la hora de tomar una decisión, puede abrirnos camino, puede cerrarnos puertas. Sin embargo, hay dos palabras, solo dos,  que, coordinadas,  son capaces de dar vida, de generar felicidad, de aliviar heridas, de iluminar el más oscuro día, de proporcionarte ilusión para fantasear con el futuro, de hacerte sentir muy de cerca esa anhelada felicidad.  Sí, yo diría que son la composición de palabras más fascinante que existe.