Malos tiempos para la lírica decía la canción y buenos parecen para los eslóganes escritos sobre color pastel que inundan y edulcoran nuestro día a día. Tú me entiendes, me refiero a ese tal míster maravilloso, y otros muchos que se han sumado a la lluvia de arcoíris, y que nos dicen una y otra vez "Tú puedes con todo" o aquello de: "Hoy es un buen día para sonreír". ¿Te suena, verdad?
Sin quererlo vivimos rodeamos de imperativos que nos dicen cómo debemos sentirnos y en los que no se permiten malas caras ni ceños fruncidos. ¿Y sabes qué? Estoy cansada de que me obliguen a vestirme cada día con un traje de sonrisas y positivismo azucarado.
Por eso hoy me dirijo a ti que estás al otro lado de la pantalla y que también te has hartado de ser un súper héroe, y te digo que no pasa nada si hoy no puedes con todo; o no cumples tus sueños; o no conquistas la cima. Que hoy también es un buen día para enfadarte; o llorar; o gritar; o permanecer en silencio.
Porque no es más cobarde el que llora. Ni tampoco el que en un momento determinado decide pedir ayuda porque la mochila pesa ya demasiado y no puede salvar el mundo solo.
Porque te tienes que permitir caer miles de veces y que sí, que levantarse es una obligación, pero en ocasiones es necesario quedarse un rato en el suelo y coger fuerzas para ponerse en pie y caminar de nuevo.
Porque mereces enfadarte con el mundo sin sentirte culpable por ello.
Porque si la vida te da limones, igual no te apetece hacer limonada, y te resulta más placentero acompañarlo de sal y tequila.

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