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Carta a José Ignacio Wert, ministro de Educación

Estimado ministro Wert,


Le escribo estas letras sabiendo de antemano que jamás llegará a leerlas, pues deduzco que dada su mentalidad tan poco “avanzada”, digámoslo así, tendrá escasa idea de redes sociales y esas cosas del siglo XXI. Me dirijo a usted para hablarle de algo que me tiene bastante intranquila, no se asuste, no quiero hablarle de política ni de cuestiones ideológicas. El tema que quiero debatir está muy alejado de colores políticos, o al menos así pienso yo que debería ser, se trata de mi educación. Bueno, vayamos por partes, no sé dónde están mis modales que ni siquiera me he presentado. 

Mi nombre es Irene y estoy estudiando periodismo. Sí, efectivamente, en un futuro me gustaría poder asistir a una rueda de prensa y, si no es mucho pedir, poder hacerle a usted o al que venga detrás alguna pregunta que otra. Aunque claro, tal y como están las cosas parece que eso de que los políticos respondan a las preguntas no se lleva mucho. Esperemos que de aquí a unos años cambie un poco el panorama. Pues bien, como estudiante universitaria y aspirante a contribuyente en la economía de mi país, me preocupo por mi futuro. Y como por desgracia yo no puedo hacer nada para que el paro disminuya ni tampoco para crear puestos de trabajo, pues he pensado que la mejor manera que hay para garantizarme un porvenir es estudiar. Yo no soy una de esas personas que se conforman con poco, siempre me gusta apuntar más alto, y por eso decidí  estudiar un año de mi carrera fuera de España, es decir, irme de Erasmus. 

Probablemente la primera imagen que se les venga a muchas personas después de leer la palabra “Erasmus” sea la de estudiantes universitarios borrachos como cubas y gozando de los placeres de la carne como si no hubiera mañana. De ahí el ingenioso término “Orgasmus”. Pues bien, no voy a actuar como una hipócrita y decirle que me paso los días y las noches encerrada en mi habitación estudiando y sin apenas ver la luz del sol. Reconozco que, como supongo muchas personas de veinte años, me gusta salir a divertirme, ya que no hago daño a nadie y creo que estoy en la edad justa para hacerlo. Sin embargo, a diferencia de lo que piensan muchos, no me han regalado nada. He finalizado mi primer cuatrimestre en Roma y he de decirle que muy satisfactoriamente, pero no por mi cara bonita. Al igual que muchos, “he penado lo mío”, como dicen en mi tierra, para obtener buenos resultados, me he esforzado el doble teniendo en cuenta que he realizado mis exámenes en una lengua que no es la mía y he conseguido lo que considero que me he ganado. Si bien no creo que me merezca ningún premio por ello, pues es mi obligación como estudiante, tampoco creo que sea justo que se me meta en el mismo saco de los pocos que vienen de Erasmus a “vivir la vida”. Y es que si la imagen de los estudiantes que estamos en el extranjero ya está bastante desprestigiada por aquellos que hablan sin saber, tampoco ustedes, los políticos, ayudan demasiado a limpiarla. 

Es en este punto en el que quiero enviarle un mensaje: abra los ojos, no nos dé la espalda, nosotros somos el futuro. Se preguntará a qué vienen estas palabras que bien parecen haber salido de una pancarta reivindicativa, pues yo se lo explico. Vienen a que usted se ha dedicado de un tiempo a esta parte a tratar al mañana de su país y del mío como la chusma de la sociedad, como una pandilla de vagos que únicamente se preocupa por pintarse la raya o irse de cervezas. Le diré algo, está muy equivocado. Como usted y yo sabemos, no es precisamente uno de los personajes públicos más queridos por la sociedad española, más bien lo contrario. Supongo que este tema le inquietará bastante y se preguntará cómo puede hacer para ganarse la confianza, en este caso, de los jóvenes, pues es muy sencillo: confíe en ellos. En lugar de poner trabas a su formación, a esa inversión a largo plazo llamada educación, facilíteles un poco las cosas, facilítenos las cosas. Por ejemplo, hablemos de las becas Erasmus. ¿Cómo ayudar a los estudiantes Erasmus? Es simple, permita que siga habiendo, pero no para unos pocos privilegiados, sino para todos los que se lo ganen por sus méritos académicos. Yo tengo la suerte de estar viviendo esta gratificante experiencia y, créame, es una grandísima oportunidad para enriquecerme, para ampliar miras, para crecer como persona. 

Por ello es un error pensar que es algo prescindible, innecesario, porque aunque es cierto que no es crucial para nuestra educación, sí que puede marcar una gran diferencia. Y es eso a lo que yo aspiro, a ser diferente, a no dejarme llevar por lo que opina la mayoría, a crearme mi propio criterio, a saber decidir por mí misma. Para ello, no basta con quedarse sentado a esperar a que la fortuna nos sorprenda, hay que salir, ver mundo, conocer otras culturas, empaparse de lo que otras personas pueden aportarnos y abrir nuestra mente. Quizá las becas Erasmus son una de las mejores opciones que los estudiantes tenemos para marcar esa diferencia y para demostrar al mundo que tenemos mucho que ofrecer, que somos jóvenes con ganas de trabajar y de ayudar para que las cosas vayan un poquito mejor. Así que, Señor Wert, ya sabe, aún está a tiempo para ponerse de nuestra parte y no usar las tijeras también para cortarnos las alas, confíe en nosotros, recuerde: somos el futuro. 

Comentarios

  1. Estimada Irene:

    El mundo habla pero no se expresa; el tiempo pasa, pero no cuenta. Mi nombre es Víctor, soy de Manzanares y en tiempos difíciles como éstos en los que los jóvenes tenemos que remar (a menudo a contracorriente) quisiera hacer un comentario en tu blog. Antes de nada, permíteme darte la enhorabuena por dos cosas: en primer lugar por escribir esta maravillosa reflexión y compartirla con el mundo. Si alguna vez te has preguntado el sentido que tiene tu blog te sugiero que no lo pienses más, pues gracias a estos granitos de arena, consigues que el mundo se exprese, que el tiempo cuente.

    En segundo lugar por el valor que debiéramos tener como seres humanos para reivindicar lo nuestro, la vocación de ser realmente mejores y dejar de parecerlo, la necesidad, Irene, de hacer y enseñar a hacer. Gracias por ello.

    Verás, hasta ese punto es importante la confianza. Ahora pregúntate, ¿qué puedes hacer tú? Buena pregunta. Empecemos por ahí, la confianza. Todos somos una parte del mundo, tenemos nuestro rol y nuestras circunstancias, ¿verdad? bien, a veces me pregunto cómo serían las cosas si empezáramos a pensar que lo que realmente nos enriquece no es simplemente lo que somos, sino en lo que nos podemos llegar a convertir. El primer paso reside en la voluntad de cambio, la rebeldía de nuestros corazones por reivindicar lo que merecemos. Irene, la suma de lo que aportemos y enseñemos a aportar, hará del mundo un lugar expresivo y empezaremos a contar no sólo tiempo, sino también historias. Historias que pueden cambiar el mundo para siempre y que siempre estarán a disposición de la gente inquieta ¿asumes el reto?

    Siempre he considerado que las personas con “recorrido” son aquellas con un mayor “ancho de banda”. Valorar la riqueza que el mundo nos puede aportar es el primer paso para tener criterio. No digas que lo quieres, ya lo tienes.

    "Y es eso a lo que yo aspiro, a ser diferente, a no dejarme llevar por lo que opina la mayoría, a crearme mi propio criterio, a saber decidir por mí misma."

    ¿Sabes qué es lo más gracioso de esta frase? Que el poder está en tu mano, para escribirla y para emprenderla. Tienes la llave para empezar a cambiar las cosas, ve por ello, reivindica tu posición, pelea por tus inquietudes y no desistas, persevera; pues habrá un momento en el que podrás mirar atrás y verás todo lo que has venido aportar; llegará el momento de hacer y comprobarás que ya no hace falta que hagas, pues enseñaste a otros a hacerlo también.

    En el momento que decidas dar el segundo paso, dejarás de parecer confianza y empezarás a serla, y lo que es mejor, a sentirla.

    El primer paso ya lo has dado con este blog, el resto de los pasos son tu oportunidad.

    Enhorabuena.

    Víctor Jiménez.

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