Te escribo sin saber realmente si algún día leerás esto. Lo cierto es que no sé si quiero que llegue ese día. Ya sabes que yo siempre escribo para mí, para desahogarme, para sacar afuera todo lo que me come por dentro. En esta ocasión, para no perder las viejas costumbres, se trata de ti. Nuevamente eres el protagonista de mi gran hecatombe mental, pero por poco tiempo. Sí, has leído bien, por poco tiempo. Aquí, en este trozo de papel (o de pantalla si lo prefieres), me dispongo a firmar mi rendición. Esto no resultó ser como aquella canción de Bruce, la que hablaba de promesas y de no tirar la toalla. Me he dado cuenta de que el amor es como una de esas carreras por parejas en las que los miembros llevan una de sus piernas atada a la del otro. Se requiere mucha coordinación y es necesario que cada paso que uno dé, el otro lo realice de la misma manera, si no, caen al suelo. Estos días me han servido para abrir los ojos y de una vez por todas ver que hace mucho que tú abandona...