Me he pasado la vida de este blog dedicando entradas a mi mente, a mi corazón y a quienes agitaban despiadadamente alguno de esos dos elementos. Pero hay veces que es necesario aparcar lo que nos inquieta y celebrar que hay cosas, cosas pequeñas pero sublimes, que sin hacer mucho ruido están a tu lado, y con mucho sigilo permanecen ahí para siempre. Hablo de esas personas que se instalan en tu vida sin que tú se lo pidas, simplemente llegan para quedarse y acampan a sus anchas invadiendo de la manera más deliciosa tu día a día. Esas personas no te dicen “te quiero” cada día, ni te mandan un mensaje de buenas noches al acostarse, y probablemente tampoco demuestran afectuosamente lo mucho que significas para ellos. Pero cuando alguien te rompe el corazón, cuando la vida te da la espalda, cuando fracasas, cuando te sientes indefenso, cuando odias al mundo, cuando apenas ves una salida ahí están esas personas para llenar tu corazón de tiritas, para mirarte a los ojos y decirte: “adelant...